La explotación del cacao trajo, para la región de Ilheus en el sur de Bahía, el desarrollo y con este los más diversos tipos humanos, atraídos por las historias de tierras fértiles y dinero en abundancia.
Para todos Ilheus era la esperanza. Entre las personas venidas de lejos estaban, en el mismo navío, el labrador Antonio Vítor que soñaba con un campo de cacao sólo suyo, el aventurero Juan Magallanes, jugador de cartas y falso ingeniero militar, y la prostituta Margot que dejara Salvador tras su amante, el abogado Dr. Virgilio que ya se encontraba en Ilheus.
Se encontraron, en Ilheus y villorrios adyacentes, con Ferradas y Taboca, sociedades en formación, sublevadas por la ganancia de los poderosos, donde la ley era de los más fuertes y corajudos. Hay un conflicto entre dos grandes latifundistas: el Coronel Horacio y la familia Badaró que luchaban por las matas de Sequeiro Grande, entre las dos propiedades.
Coronel Horácio, ex-tropero y empleado, enriqueció plantando cacao. Ayudó a construir la capilla de Ferrada y la iglesia de Taboca, manteniendo así su fuerza política local. Viudo, casado nuevamente con la bella y joven Ester, que le dio un hijo, su orgullo. Todo lo hacía en nombre de un futuro brillante para ese pequeño. Amaba a su esposa, mujer fina, inteligente y culta. Ester, en cambio, no lo amaba. Para ella la vida en la hacienda era un martirio... [Leer más]
Para todos Ilheus era la esperanza. Entre las personas venidas de lejos estaban, en el mismo navío, el labrador Antonio Vítor que soñaba con un campo de cacao sólo suyo, el aventurero Juan Magallanes, jugador de cartas y falso ingeniero militar, y la prostituta Margot que dejara Salvador tras su amante, el abogado Dr. Virgilio que ya se encontraba en Ilheus.
Se encontraron, en Ilheus y villorrios adyacentes, con Ferradas y Taboca, sociedades en formación, sublevadas por la ganancia de los poderosos, donde la ley era de los más fuertes y corajudos. Hay un conflicto entre dos grandes latifundistas: el Coronel Horacio y la familia Badaró que luchaban por las matas de Sequeiro Grande, entre las dos propiedades.
Coronel Horácio, ex-tropero y empleado, enriqueció plantando cacao. Ayudó a construir la capilla de Ferrada y la iglesia de Taboca, manteniendo así su fuerza política local. Viudo, casado nuevamente con la bella y joven Ester, que le dio un hijo, su orgullo. Todo lo hacía en nombre de un futuro brillante para ese pequeño. Amaba a su esposa, mujer fina, inteligente y culta. Ester, en cambio, no lo amaba. Para ella la vida en la hacienda era un martirio... [Leer más]